Un año más, ya ha comenzado la campaña de la “X” en la casilla de la Iglesia Católica, en la declaración de la renta. Pero, sin embargo, hay otra campaña todavía más importante que no debemos dejar en el olvido. Me refiero a la inscripción de los hijos en la asignatura de religión. Dado que son muchos los obstáculos discriminatorios que la Religión ha padecido desde la reforma de la LOGSE (primero a nivel estatal y, más recientemente, en nuestra autonomía de Castilla León), es importante que motivemos a la inscripción en esta asignatura.
Con un poco de humor, nos podemos imaginar la siguiente conversación hogareña:
- Hijo, ahora que rellenamos la preinscripción de matrícula para el próximo curso escolar, recuerdo que nos advirtieron de que éste es el momento de hacer constar la elección de la asignatura de Religión.
- No sé si merece la pena, papá. En mi clase muchos dicen que este año ya lo dejan. Fíjate que en el sobre de matriculación que nos han enviado, la Religión no viene entre las demás asignaturas, sino en un papel “aparte”. Además, me imagino que sabrás que la nota de religión no sirve ya ni para hacer la media…
- Todo eso no son más que estrategias de quienes pretenden descarrilar un tren poniéndole continuos palos en las ruedas. No podemos ceder ante esas manipulaciones y chantajes.
- Pues en el patio he visto un cartel que dice: “La religión fuera de la escuela pública”. Y, además, el profesor de Gimnasia dice que el que quiera aprender religión, que se apunte a la catequesis de la parroquia.
- ¿El profesor de Gimnasia, dices? ¿Es que le habéis pedido hacer “ejercicios espirituales” en lugar de ejercicios “abdominales”, o qué? Mira, hijo, hoy en día es muy frecuente que la gente se salga del tiesto… Tenemos que aprender a defender lo nuestro: La escuela ha de ser el lugar en el que a los hijos os den la educación complementaria a la que recibís en la familia. Y, sin embargo, por el camino que vamos, la escuela se está convirtiendo más en una “delegación” de los políticos, que de los padres. Es como si quisieran que los padres nos sintamos extraños en la que debería ser nuestra propia casa. Pero lo cierto es que nosotros no pedimos ningún privilegio con la clase de Religión, sino un derecho.
- Yo no te discuto esas cosas, papá; pero es que, ¡ya llevo un montón de años dando Religión!
- No te equivoques… Hoy en día, todo el mundo parece creerse con capacidad de hablar con ligereza de la religión y, especialmente, de criticar la fe católica… Sin embargo, yo creo que el problema fundamental es la ignorancia.
- Pero, ¡si yo ya tengo fe!
- Sí, pero a pesar de ello, estoy seguro de que conoces la Biblia y la fe católica mucho peor que tus padres; y mira que nosotros no llegamos ni a la suela del zapato de tus abuelos. Por ejemplo, ¿a que no eres capaz de darme la lista de las virtudes teologales, de los diez mandamientos o de los principales concilios de la Iglesia?
- ¡Venga, papá… que tú tampoco eres capaz!
- Yo no me pongo como ejemplo, porque reconozco que me falta formación, pero a mí me gustaría que aprovechases la ocasión de aumentar tu cultura religiosa. En este momento, es especialmente importante saber dar respuesta a tantas “leyendas negras” como se difunden contra la fe cristiana y contra la Iglesia. De lo contrario, como les está pasando a muchos de tu cuadrilla, te llegarás a avergonzar de la fe que te hemos intentado transmitir.
- Es que, papá, en Infantil y Primaria nos apuntábamos todos a Religión; en Secundaria, ya menos; y ahora que he pasado al Bachillerato, apuesto a que vamos a ser una minoría.
- Pues tendrías que irte acostumbrando… Te voy a decir que tu padre se suele quedar muchas veces “más sólo que la una”, cuando en la oficina salen temas de moral o de religión. Ya sabes que en esta casa no es que seamos muy “beatos”, pero en el trabajo algunos me han puesto el mote de “el cristiano”. Bien es verdad que lo hacen con cariño, pero también con cierta sorna, que hay que saber encajar sin acomplejarse.
- Je, je… Pues… ¿qué dirían de la abuela, si la conociesen? ¡Lo mismo la llamaban, “Isabel, la católica”!
- Pues sí, hijo, tenemos que dar gracias a Dios por la fe que nuestros mayores nos han transmitido. No se trata de una mera cultura religiosa que nos permita comprender el arte, el folclore o la historia; sino que se trata de algo totalmente necesario para entender nuestra existencia y orientarnos en el momento presente. ¿De qué nos sirve disfrutar ahora del bienestar que tenemos en esta casa, si no sabemos responder a la pregunta por el sentido de la vida, que se pasa en un abrir y cerrar de ojos? ¿De qué nos servirían todos los conocimientos científicos, si nadie nos explica por qué y para qué estamos en esta vida?...
- Ya lo sé, papá. Además, no creo que haya otra asignatura en la que se nos permita plantear tan abiertamente nuestros “problemas”. Pero bueno… ¡te lo decía para ver si “colaba”! Es que, en Bachillerato no hay alternativa a la Religión, y… no te voy a negar que apetece más ir al bar que entrar en clase.
Ciertamente, cada uno a su manera y con su estilo, es importante que se motive a los hijos, de cara a que entiendan que la Religión en la escuela es necesaria para su formación integral. No en vano, el cristianismo nos ayuda a comprender el significado último de la ciencia y de la cultura; toda vez que Jesucristo, “luz del mundo”, nos desvela la plenitud del ser humano.
+ José Ignacio Munilla, obispo de Palencia
Con un poco de humor, nos podemos imaginar la siguiente conversación hogareña:
- Hijo, ahora que rellenamos la preinscripción de matrícula para el próximo curso escolar, recuerdo que nos advirtieron de que éste es el momento de hacer constar la elección de la asignatura de Religión.
- No sé si merece la pena, papá. En mi clase muchos dicen que este año ya lo dejan. Fíjate que en el sobre de matriculación que nos han enviado, la Religión no viene entre las demás asignaturas, sino en un papel “aparte”. Además, me imagino que sabrás que la nota de religión no sirve ya ni para hacer la media…
- Todo eso no son más que estrategias de quienes pretenden descarrilar un tren poniéndole continuos palos en las ruedas. No podemos ceder ante esas manipulaciones y chantajes.
- Pues en el patio he visto un cartel que dice: “La religión fuera de la escuela pública”. Y, además, el profesor de Gimnasia dice que el que quiera aprender religión, que se apunte a la catequesis de la parroquia.
- ¿El profesor de Gimnasia, dices? ¿Es que le habéis pedido hacer “ejercicios espirituales” en lugar de ejercicios “abdominales”, o qué? Mira, hijo, hoy en día es muy frecuente que la gente se salga del tiesto… Tenemos que aprender a defender lo nuestro: La escuela ha de ser el lugar en el que a los hijos os den la educación complementaria a la que recibís en la familia. Y, sin embargo, por el camino que vamos, la escuela se está convirtiendo más en una “delegación” de los políticos, que de los padres. Es como si quisieran que los padres nos sintamos extraños en la que debería ser nuestra propia casa. Pero lo cierto es que nosotros no pedimos ningún privilegio con la clase de Religión, sino un derecho.
- Yo no te discuto esas cosas, papá; pero es que, ¡ya llevo un montón de años dando Religión!
- No te equivoques… Hoy en día, todo el mundo parece creerse con capacidad de hablar con ligereza de la religión y, especialmente, de criticar la fe católica… Sin embargo, yo creo que el problema fundamental es la ignorancia.
- Pero, ¡si yo ya tengo fe!
- Sí, pero a pesar de ello, estoy seguro de que conoces la Biblia y la fe católica mucho peor que tus padres; y mira que nosotros no llegamos ni a la suela del zapato de tus abuelos. Por ejemplo, ¿a que no eres capaz de darme la lista de las virtudes teologales, de los diez mandamientos o de los principales concilios de la Iglesia?
- ¡Venga, papá… que tú tampoco eres capaz!
- Yo no me pongo como ejemplo, porque reconozco que me falta formación, pero a mí me gustaría que aprovechases la ocasión de aumentar tu cultura religiosa. En este momento, es especialmente importante saber dar respuesta a tantas “leyendas negras” como se difunden contra la fe cristiana y contra la Iglesia. De lo contrario, como les está pasando a muchos de tu cuadrilla, te llegarás a avergonzar de la fe que te hemos intentado transmitir.
- Es que, papá, en Infantil y Primaria nos apuntábamos todos a Religión; en Secundaria, ya menos; y ahora que he pasado al Bachillerato, apuesto a que vamos a ser una minoría.
- Pues tendrías que irte acostumbrando… Te voy a decir que tu padre se suele quedar muchas veces “más sólo que la una”, cuando en la oficina salen temas de moral o de religión. Ya sabes que en esta casa no es que seamos muy “beatos”, pero en el trabajo algunos me han puesto el mote de “el cristiano”. Bien es verdad que lo hacen con cariño, pero también con cierta sorna, que hay que saber encajar sin acomplejarse.
- Je, je… Pues… ¿qué dirían de la abuela, si la conociesen? ¡Lo mismo la llamaban, “Isabel, la católica”!
- Pues sí, hijo, tenemos que dar gracias a Dios por la fe que nuestros mayores nos han transmitido. No se trata de una mera cultura religiosa que nos permita comprender el arte, el folclore o la historia; sino que se trata de algo totalmente necesario para entender nuestra existencia y orientarnos en el momento presente. ¿De qué nos sirve disfrutar ahora del bienestar que tenemos en esta casa, si no sabemos responder a la pregunta por el sentido de la vida, que se pasa en un abrir y cerrar de ojos? ¿De qué nos servirían todos los conocimientos científicos, si nadie nos explica por qué y para qué estamos en esta vida?...
- Ya lo sé, papá. Además, no creo que haya otra asignatura en la que se nos permita plantear tan abiertamente nuestros “problemas”. Pero bueno… ¡te lo decía para ver si “colaba”! Es que, en Bachillerato no hay alternativa a la Religión, y… no te voy a negar que apetece más ir al bar que entrar en clase.
Ciertamente, cada uno a su manera y con su estilo, es importante que se motive a los hijos, de cara a que entiendan que la Religión en la escuela es necesaria para su formación integral. No en vano, el cristianismo nos ayuda a comprender el significado último de la ciencia y de la cultura; toda vez que Jesucristo, “luz del mundo”, nos desvela la plenitud del ser humano.
+ José Ignacio Munilla, obispo de Palencia